Dormir mal engorda, envejece y te enferma, y la ciencia lo confirma

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Por alguna razón, hemos convertido el descanso en un lujo y dormir bien parece un privilegio, pero, ¿qué pasa cuando esa deuda de sueño se acumula sin que le prestemos atención? No solo nos sentimos cansados o de mal humor.

Dormir mal puede hacer que engordemos, envejezcamos más rápido de lo que imaginamos y nos enfermemos con más frecuencia. Y no es exageración, es ciencia.

Dormir no es solo “apagar la luz”. Es el momento en el que el cuerpo realiza procesos esenciales que durante el día simplemente no puede ejecutar con la misma eficacia. Mientras descansamos, el cerebro elimina toxinas, el sistema inmunológico se fortalece, la piel se regenera, los músculos se reparan y las hormonas se equilibran. Pero cuando el sueño es escaso o de mala calidad, todo ese equilibrio se rompe.

¿El resultado de dormir mal?

El cuerpo empieza a pedir ayuda a gritos. Pero no siempre lo notamos como un «síntoma clásico». A veces es hambre incontrolable. O un envejecimiento acelerado que ni las cremas más costosas logran disimular. O una gripe tras otra sin explicación aparente.

Dormir mal engorda, y tiene todo el sentido. Uno de los efectos más conocidos (pero menos tomados en serio) del mal descanso es el aumento de peso. La ciencia lo respalda, al asegurar que cuando dormimos mal, se alteran dos hormonas clave que regulan el apetito. La grelina, que nos hace sentir hambre, se eleva. Y la leptina, que nos dice “ya fue suficiente”, disminuye.

El resultado es predecible: hambre fuera de control. Se nos antoja más comida chatarra, más azúcares, más carbohidratos rápidos. Y el cuerpo, en modo de alerta porque no ha descansado bien, guarda esas calorías como reserva de emergencia. Por si acaso. Como si estuviéramos en tiempos de guerra.

Un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition reveló que las personas privadas de sueño consumían hasta 300 calorías adicionales por día, especialmente en forma de snacks nocturnos. Dormir poco no solo nos da más hambre: nos vuelve menos capaces de resistir las tentaciones.

Dormir mal te envejece

Basta con mirarse al espejo después de una mala noche para notar señales: ojeras, piel opaca, arrugas marcadas. Pero si eso ocurre una y otra vez, el impacto va mucho más allá de lo estético.

Mientras dormimos, el cuerpo produce colágeno, una proteína esencial para mantener la piel firme, hidratada y elástica. El colágeno se fabrica durante las fases más profundas del sueño. Si no llegamos a esas fases porque nos despertamos a cada rato o dormimos poco, la producción disminuye.

Además, la falta de sueño crónica incrementa los niveles de cortisol, la famosa “hormona del estrés”. El exceso de cortisol descompone el colágeno existente y favorece la inflamación. ¿El resultado? Arrugas tempranas, pérdida de brillo en la piel y un rostro que refleja mucho más cansancio del que reconocemos.

¿Enfermarte más seguido? Puede ser culpa del mal sueño

No es casualidad que cuando estamos desvelados también nos sintamos más “bajos de defensas”. Dormir bien es un acto de defensa biológica. Durante el sueño, nuestro sistema inmunológico produce citoquinas, proteínas que ayudan a combatir infecciones, inflamaciones y el estrés.

Dormir mal reduce la cantidad y calidad de estas citoquinas. Por eso, las personas que duermen menos de seis horas por noche tienen hasta cuatro veces más probabilidades de resfriarse que quienes duermen entre siete y ocho horas, según un estudio de la Universidad de California.

Y si además sufrís de enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión, la cosa se complica. Dormir mal dificulta el control de la glucosa y eleva la presión arterial, lo que puede acelerar el deterioro del cuerpo con el tiempo.

No es flojera, es medicina

A veces nos cuesta darle al sueño la importancia que merece porque hemos normalizado el agotamiento. Vivimos en una cultura que aplaude a quien duerme poco, como si fuera más fuerte, más exitoso, más comprometido. Pero esa idea está desactualizada. Dormir bien no es rendirse. Es rendir mejor.

La Organización Mundial de la Salud recomienda al menos 7 horas de sueño por noche en adultos. No como capricho, sino como base de la salud integral. Pero no se trata solo de cantidad. También importa la calidad del descanso. Y aquí entran hábitos que pueden cambiarlo todo.

¿Cómo dormir mejor?

No se necesita una receta mágica. Solo constancia y compromiso con uno mismo. Algunas recomendaciones:

  • Establecer horarios fijos: ir a la cama y levantarse a la misma hora cada día, incluso fines de semana.
  • Evitar pantallas antes de dormir: la luz azul de celulares y televisores altera la producción de melatonina.
  • Cuidar lo que comés y bebés en la noche: la cafeína, el alcohol y las cenas pesadas alteran el sueño.
  • Crear un ambiente adecuado: habitación oscura, fresca, silenciosa y cómoda.
  • Tener rituales de relajación: leer, meditar, tomar una infusión natural, bajar el ritmo.

Dormir no es perder tiempo, es ganarlo

Cuidar tu descanso es cuidarte a vos mismo. Es prevenir enfermedades antes de que aparezcan, mantener un peso saludable sin torturarte, y permitirle a tu cuerpo regenerarse como está diseñado para hacerlo.

Así que si hoy sentís que estás apagado, irritable, con hambre sin razón o simplemente desconectado, quizá no necesitás una pastilla, un tratamiento o una dieta nueva. Quizá solo necesitás dormir. Bien. Profundo. Y sin culpas.

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