No, no «desextinguieron» al lobo terrible: esto es lo que realmente hizo la ciencia

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La noticia sonó como una película de ciencia ficción: “la ciencia ha traído de vuelta al lobo terrible, extinguido hace miles de años”. Los titulares lo vendieron como un logro digno de Jurassic Park, y en redes sociales no tardaron en aparecer memes, debates y una pregunta inquietante: ¿realmente podemos devolver a la vida a especies extintas?

Pero lo cierto es que nadie ha resucitado al lobo terrible. Al menos no como muchos imaginan. Lo que ocurrió es un avance biotecnológico fascinante, sí, pero también profundamente incomprendido. En esta historia hay ciencia real, esperanza ecológica y también un buen puñado de marketing.

¿Quién era el lobo terrible?

Antes de entrar en laboratorio, vale la pena conocer al protagonista. El lobo terrible (Canis dirus) fue un depredador impresionante que vivió en América del Norte durante la era del Pleistoceno. Más robusto que el lobo gris moderno, se estima que podía llegar a pesar hasta 70 kg y que cazaba en manadas, acechando caballos prehistóricos y bisontes.

Se extinguió hace unos 10,000 años, posiblemente por una combinación de cambios climáticos y competencia con otros carnívoros, incluyendo a los humanos.

Este animal, además de su tamaño imponente, es un ícono de la fauna extinta, y ha ganado notoriedad en la cultura pop por series como Game of Thrones. Su nombre mismo suena a leyenda. Pero no es ficción: el lobo terrible existió, y sus fósiles siguen hablándonos desde el pasado.

¿Qué hizo exactamente la ciencia para «desextinguir» al lobo terrible?

La empresa Colossal Biosciences, conocida por su ambicioso plan de «desextinguir» al mamut lanudo, anunció recientemente que había logrado avances significativos para recuperar al lobo terrible. La noticia fue recibida con entusiasmo, pero también con una gran dosis de malentendidos.

En realidad, lo que hicieron los científicos fue identificar y editar 14 genes específicos en lobos grises modernos (Canis lupus) para darles características genéticas del lobo terrible. No es un clon. No es una resurrección. Es, más bien, una especie de reconstrucción parcial basada en información genética antigua.

Para que quede claro: el ADN completo del lobo terrible no se ha recuperado. Y aunque algunos rasgos físicos puedan parecerse, el comportamiento, el entorno, la genética completa y el “ser” de ese animal no se puede replicar con exactitud. Estamos hablando de lobos modernos modificados genéticamente, no de verdaderos lobos terribles revividos.

El poder y el límite del ADN

Gran parte del revuelo nace del deseo humano de jugar con el tiempo. ¿Quién no ha soñado con ver un mamut caminando otra vez por la tundra o escuchar el aullido de una especie extinta? La ciencia genética ha avanzado tanto que muchas de esas ideas parecen alcanzables. Pero hay un gran “pero”.

A diferencia de los dinosaurios, de los cuales no tenemos ADN utilizable, en el caso del lobo terrible sí se han hallado restos genéticos en fósiles bien conservados. Esto ha permitido comparar su genoma con el de lobos modernos. Pero reconstruir todo el código genético funcional de un animal extinto es extraordinariamente difícil.

Además, incluso si se lograra insertar todo ese ADN en un embrión, eso no garantiza que el animal resultante se comporte como su ancestro. Hay factores epigenéticos, ambientales y sociales que también influyen profundamente en el desarrollo de una especie.

En pocas palabras: la biotecnología puede recrear ciertos aspectos, pero no puede viajar en el tiempo. No aún.

¿Entonces para qué sirve todo esto?

Lo más valioso de este experimento no es la “resurrección” de una criatura prehistórica, sino el avance que representa para la conservación de especies en peligro.

En el proceso de estudiar al lobo terrible, los investigadores lograron también clonar exitosamente lobos rojos (Canis rufus), una especie hoy al borde de la extinción. Estos lobos clonados podrían ayudar a recuperar poblaciones genéticamente sanas en la naturaleza.

Aquí es donde la historia toma un giro positivo y realista. La edición genética que se está probando podría usarse para aumentar la diversidad genética de especies actuales, hacerlas más resistentes al cambio climático, a enfermedades o incluso revertir procesos de extinción en marcha.

Es decir, más que mirar al pasado, la ciencia está usando el conocimiento genético para proteger el futuro.

Ciencia o espectáculo

Los críticos del proyecto, entre ellos científicos reconocidos en biología y conservación, han levantado la voz sobre el riesgo de vender avances científicos como productos de entretenimiento. Algunos acusan a Colossal de hacer marketing disfrazado de biología, con fines de inversión y atención mediática.

Y tienen razón en parte. Si el titular dice que “revivieron al lobo terrible”, la expectativa pública se desborda y la comprensión científica se desdibuja. Este fenómeno, lejos de ser menor, puede tener efectos graves: desinformación, falsas esperanzas y una desconexión entre ciencia y sociedad.

Por eso es importante contar esta historia con matices. No se trata de negar el mérito científico, que es real. Tampoco de alimentar ilusiones. Se trata de entender que la ciencia avanza, pero no hace milagros.

El verdadero poder está en lo que aún tenemos

El caso del lobo terrible es un recordatorio de que la extinción es irreversible en muchos sentidos. Por más genes que logremos editar, no podemos volver exactamente al pasado. Pero sí podemos aprender de él.

Y quizá el mensaje más valioso de esta historia no es que se puede revivir lo extinto, sino que aún podemos salvar lo que está en peligro. No necesitamos fantasmas del pasado si logramos cuidar a los vivos del presente.

Porque cada especie viva hoy es un pequeño milagro evolutivo. Y mientras intentamos reconstruir el rugido de los desaparecidos, tal vez lo más sabio sería escuchar el aullido de los que aún están.

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