Psicología del dinero: cómo tus emociones influyen en tu economía

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¿Alguna vez te has comprado algo solo porque estabas estresado? ¿O has evitado invertir dinero por miedo a perder?, no estás solo, las emociones como el miedo, la tristeza, la euforia o la ansiedad tienen un impacto directo en nuestras decisiones económicas.

Aunque las decisiones económicas suelen percibirse como racionales, estudios han demostrado que, en realidad, las emociones juegan un papel crucial en la forma en que ahorramos, gastamos, invertimos e incluso en cómo percibimos el valor del dinero.

Uno de los ejemplos más conocidos de este fenómeno es el experimento del «marshmallow», realizado por el psicólogo Walter Mischel en 1972. En este experimento, a los niños se les ofrecía una golosina (un malvavisco) y se les daba la opción de comerla al instante o esperar un tiempo determinado para recibir una segunda golosina. Aquellos niños que pudieron esperar demostraron, años después, un mejor desempeño en áreas como el ámbito académico y, lo más relevante para este contexto, la toma de decisiones financieras en su vida adulta. Esta habilidad para postergar la gratificación, o resistir la tentación inmediata, es fundamental para mantener una buena salud financiera, ya que permite tomar decisiones más racionales y menos impulsivas.

Y cuando el miedo entra en juego, la cosa se complica. Durante la crisis del 2008, muchas personas vendieron sus inversiones por pánico y terminaron perdiendo más dinero del que habrían perdido si hubieran esperado. El miedo, cuando no se regula, nos empuja a actuar sin pensar, especialmente en épocas de incertidumbre económica.

Compras por emociones

No siempre compramos porque lo necesitamos. Muchas veces lo hacemos para sentirnos mejor. El llamado emotional spending (gasto emocional) es más común de lo que parece: compramos para llenar vacíos o calmar tensiones. Y aunque al principio parece una buena idea, a la larga puede traernos deudas y más ansiedad.

Incluso nuestro estado de ánimo puede alterar la percepción que tenemos del valor de las cosas. Cuando estamos eufóricos, tendemos a gastar más, a veces en lujos innecesarios. En cambio, si estamos inseguros o con la autoestima baja, evitamos invertir en nosotros mismos, aunque eso podría ayudarnos a salir adelante.

Los trucos mentales que sabotean nuestro dinero

Nuestro cerebro también nos juega malas pasadas. Por ejemplo, el sesgo de confirmación nos hace buscar solo la información que respalde lo que ya creemos, incluso si eso nos lleva a decisiones erróneas, como mantener una inversión poco rentable “porque seguro algún día va a subir”.

Otro truco mental muy común es el efecto anclaje. Si vemos que algo costaba 1,000 y ahora vale 500, sentimos que es una gran oferta, aunque tal vez ni siquiera lo necesitamos. Los comercios lo saben y lo usan a su favor.

Mejor relación con el dinero

Aprender a manejar el dinero no se trata solo de hacer cuentas, sino también de entendernos a nosotros mismos. Saber cuánto ganamos, cuánto gastamos y por qué lo hacemos es tan importante como identificar si estamos comprando por necesidad o por impulso.

Desde pequeños empezamos a formar nuestros hábitos financieros. Estudios indican que a los siete años ya tenemos patrones de conducta respecto al dinero. Por eso, educar desde temprana edad y fomentar la autorregulación emocional puede marcar una gran diferencia en la vida adulta.

Cada vez más personas están buscando ayuda profesional para entender su comportamiento financiero. Psicólogos con enfoque económico y coaches financieros ayudan a descubrir qué creencias limitantes o emociones inconscientes están afectando nuestras finanzas.

Lo que el dinero dice de tus emociones

El dinero no es solo un medio para comprar cosas. Para muchos, también representa poder, libertad, seguridad o incluso amor. Lo que creemos sobre él, lo que aprendimos de niños, lo que vimos en casa, influye profundamente en cómo lo usamos.

Frases como “el dinero es malo” o “el dinero me hará feliz” pueden instalarse en nuestro subconsciente y dirigir nuestra vida sin que lo notemos. Si no revisamos esos “guiones financieros”, podemos quedar atrapados en patrones dañinos, como gastar de más o vivir con miedo a no tener suficiente.

¿Y cómo empezamos a mejorar nuestra relación con el dinero?

Aquí van algunas estrategias prácticas que recomiendan los expertos:

  • Conócete financieramente: Anota tus gastos, analiza tus ingresos y patrones de consumo.
  • Detecta tus emociones: ¿Compras más cuando estás triste, enojado o eufórico? Saberlo te da control.
  • Fija metas claras: Tener un propósito reduce la ansiedad y te mantiene enfocado.
  • Crea un fondo de emergencia: Te dará tranquilidad ante imprevistos.
  • Busca apoyo profesional: Un buen asesor o terapeuta puede ayudarte a transformar tu relación con el dinero.

Dinero y autoestima

La autoestima juega un papel determinante en nuestras decisiones financieras. Las personas con alta autoestima suelen tener mayor confianza para negociar salarios, emprender proyectos o invertir en su desarrollo personal, mientras que quienes tienen una autoestima baja pueden caer en patrones de autosabotaje económico. Por ejemplo, pueden evitar asumir riesgos saludables por temor al fracaso o sentirse culpables al gastar dinero en sí mismos, incluso si se trata de necesidades básicas o de bienestar. Además, la manera en que nos valoramos también puede influir en cómo permitimos que otros nos traten en contextos financieros, como aceptar deudas ajenas o ser económicamente dependientes por miedo a perder afecto o aprobación.

Cuida tus emociones

Nuestras finanzas no dependen solo de cuánto ganamos, sino de cómo pensamos y sentimos respecto al dinero. Entender nuestras emociones y aprender a gestionarlas puede marcar la diferencia entre una vida financiera caótica y una vida más estable, consciente y satisfactoria. Al final, cuidar tu salud emocional también es cuidar tu bolsillo.

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